Cuando trabajas en una biblioteca
y/ o librería, ya tienes claro que hay un círculo de escritores de tu país y de países limítrofes que son conocidos por
su calidad narrativa, marketing editorial o ambas al mismo tiempo.
Barajas un grupo de diez o quince
nombres de los escribas, que aparecen en los suplementos culturales, programas
de libros etc etc. Muchos no comulgan con estos rostros, muchos no se sienten conformes
con los productos narrativos multinacionales, pero es una realidad que sirve
para mover el mercado del libro, que de pomposo y millonario no tiene nada.
Muy rara vez aparece en tus manos,
un nombre que ya has escuchado dentro de todos esos círculos. Hace un par de días,
la excepción se dio en mi camino, a mi manos
llego un libro de cuentos de un hombre llamado Maori Pèrez, prosa pulida y mínima, bella, ¡ y
casi siempre solitaria. Son esos libros que aparecen, que quizás nunca
crucen la frontera del país y que en par
de años sea difícil hasta de encontrar un ejemplar, pero en eso radica un poco
la belleza de la literatura.